Con la presentación en Chile del Fiat Bravo se da una curiosa paradoja: por un lado, se quiere olvidar un momento complejo de la marca en el segmento de los autos medianos, con un Stilo que nunca llegó realmente a cuajar entre el público, y, por otro, se retoma un nombre que en el pasado tuvo un carácter totalmente diferente.

Todavía circulan algunos Bravo de primera generación por nuestras calles y no desentonan entre los autos más actuales, de modo que Fiat puede darse el lujo de dejar atrás un período oscuro y decir que “como decíamos ayer” se retoma el curso que nunca debió abandonarse.

Sin duda, el nuevo Bravo no es una evolución del primero. Más bien, parece el hermano mayor del Grande Punto, por sus pautas estéticas.

Además, en conjunto con este último, representa la vanguardia de la iniciativa de Fiat que busca cambiar la imagen de la marca, que busca dejar de estar relacionada con los autos pequeños y baratos, para convertirse en una oferente de autos más dinámicos y apasionados, con corazón mediterráneo.

Claro que el paso de una cosa a la otra implica sacrificios en los volúmenes de venta, porque el nuevo Bravo llega con un precio de $11.490.000 para la versión Emotion y de $12.890.000 para la Sport. El tema no les preocupa a los directivos de Itala, el importador oficial, quienes reconocen que Bravo y Grande Punto deberían actuar como locomotoras para el resto de la gama, de forma que todos se moverían hacia arriba en posicionamiento.

Que durante la presentación del modelo compararan el Bravo con el Audi A3 fue significativo en ese sentido y puede ser una reacción lógica ante la irrupción de autos provenientes de China.

No obstante, mientras que los precios anunciados resultaron llamativos, adquieren sentido al contrastarlos con el nivel de equipamiento y terminaciones. Ambas versiones están disponibles con motor de 1,4 litro T-jet de 150 caballos con turboalimentador. En ambas se cuenta con cuatro airbags, frenos ABS y control electrónico de tracción, sólo por mencionar los dispositivos de seguridad pasiva. También la caja de cambios de seis marchas es común.

Las diferencias se deben a la presencia de controles en el volante para el audio y de llantas de 17 pulgadas en la versión Sport (16 pulgadas en la Emotion), además de detalles como una salida de escape doble cromada y pinzas de freno rojas.

Primer contacto

Entrando en terrenos menos tecnológicos, hay que decir que el Bravo ganó mucho tamaño exterior, casi 20 centímetros frente a la versión de tres puertas del Stilo y casi 10 frente a la de cinco.

Pese a su buen tamaño exterior, el habitáculo no resulta especialmente largo, puesto que, en su diseño de carrocería, el morro posee un papel protagonista nada desdeñable. Dentro del Bravo, el puesto de conducción está bien pensado, con todos los mandos muy a la mano, incluido el desbloqueo de la columna de dirección para poder regularla. Los asientos tienen una presencia visual poco elaborada, pero resultan cómodos.

Detrás, la cota de anchura permite el acomodo de dos adultos con espacio central para un tercero, o muy delgado o infante. Destaca también la posición muy elevada de la bandeja cubremaletero, ajustada a la creciente línea de cintura de la carrocería, lo que conlleva un volumen útil homologado del maletero muy interesante: 400 dm3.

En un recorrido exclusivamente carretero, percibimos la agilidad de la caja de cambios y la suavidad de la entrada del turboalimentador, que carece casi por completo de turbo lag.

La versión Sport tiene un botón de overboost en el panel que aumenta durante 80 segundos la presión del turbo y endurece la dirección para cuando se necesite potencia extra.